martes, 13 de noviembre de 2012



HERBERT SPENCER
Herbert Spencer (Derby27 de abril de 1820 - Brighton8 de diciembre de 1903) fue un naturalistafilósofopsicólogo y sociólogo británico. Se dice comúnmente que promovió el darwinismo social en Gran Bretaña (sin embargo esta afirmación es historiográficamente discutible)1 y fue uno de los más ilustres positivistas de su país. Ingeniero civil y de formación autodidacta, se interesó tanto por la ciencia como por las letras.
Desde el punto de vista sociológico cabe considerarle como el primer autor que utilizó de forma sistemática los conceptos de estructura y función. Por otra parte, concibió la sociología como un instrumento dinámico al servicio de la reforma social. Dedicó su vida a elaborar su sistema de filosofía evolucionista, en la que considera la evolución natural como clave de toda la realidad, a partir de cuya ley mecánico-materialista cabe explicar cualquier nivel progresivo: lamateria, lo biológico, lo psíquico, lo social, etc.
En sus lecturas conoció la teoría de la evolución expuesta en el siglo XIX por el naturalista Charles Darwin. Su teoría fundacional para la biología moderna sostenía que los organismos biológicos evolucionan adquiriendo nuevos rasgos por adaptación al medio ambiente que se hacen hereditarios. Las teorías deLamarck sobre la evolución influyeron profundamente en la obra de Spencer.
Para Spencer nada, incluidas las tendencias humanitarias, debe interferir con las "leyes naturales", que implican que el "más apto" es quien sobrevive y los demás perecen. Sin embargo, y a pesar del nombre de sus ideas, Spencer no aceptaba la teoría de Darwin, proponiendo una versión del lamarquismo, de acuerdo a la cual los «órganos» se desarrollan por su uso (o degeneran dado la falta de uso) y esos cambios se transmiten de una generación a otra. Para Spencer, la sociedad es también un organismo, evolucionando hacia formas más complejas de acuerdo a la «ley de la vida», es decir, de acuerdo al principio de la sobrevivencia del más fuerte, tanto a nivel individual como de sociedades. Consecuentemente, Spencer se oponía —radicalmente— a todas las manifestaciones de «socialismo», tales como la educación pública generalizada u obligatoria, bibliotecas públicas, leyes de seguridad industrial, y, en general, a toda legislación o proyecto social.
Aplicó la teoría de la evolución a las manifestaciones del espíritu y a los problemas sociales, entre ellos el de la educación, con su obra Educación: intelectual, moral, física. Su doctrina quedó principalmente expuesta en su Sistema de filosofía sintética (11 volúmenes). De su extensa bibliografía, cabe mencionar: La estática social (1850), Principios de psicología (1855), Primeros principios (1862), Principios de biología (1864), La clasificación de las ciencias (1864), La sociología descriptiva (1873), Principios de sociología (1877-1896) y El individuo contra el Estado (1884). Políticamente, desde la década de 1880 ingresó en la Liberty and Property Defence League, la cual en buena parte estaba influenciada por sus ideas.
Desde el punto de vista sociologico, Spencer la define como "la historia natural de las sociedades", dicho de otro modo: un orden entre los cambios estructurales y funcionales que experimentan las sociedades. La sociología de Spencer se centra en los fenómenos macrosociales (agregados sociales) así como en sus funciones.
Varios autores criticaron el a veces extremado realismo de Spencer (por sus semejanzas con el mecanicismo); entre ellos destacó el filósofo y psicólogo escocés Alexander Bain. A pesar de que Spencer no logró crear escuela, su ambicioso intento de sistematizar todo el conocimiento dentro del marco de la ciencia moderna y especialmente en términos de la evolución, le ha hecho merecedor de figurar entre los principales pensadores de finales del siglo XIX.

Terorías de Spencer sobre la educación.


En su obra “estática social” se pregunta por que es necesaria la educación, ya que creía que el niño crecería espontáneamente asta convertirse en un ser humano normal, como ocurre en la naturaleza. Puesto que la educación debe de reprimir a los niños las características del hombre incivilizado, siendo en todo caso la educación una forma de obligar a que se desaparezcan la imperfecciones de ser humano, de esta forma es innecesario y de acuerdo con las leyes de la naturaleza la educación evoluciona como consecuencia de su adaptación a los cambios en la sociedad.

Entendía que a mediad que la sociedad evoluciona, de conformidad con sus leyes, no habría necesidad de una educación organizada e incluso lo que puede hacer es únicamente retrasar el proceso de cambio social, a comparación de las afirmaciones actuales que dicen que la educación es la única forma de cambiar a la sociedad.

Dos de sus principios fundamentales hacen un análisis de la educación: el primero que la educación sigue una evolución parecida a la de los individuos y a la sociedad, el segundo acerca de la heterogeneidad de los sistemas de educación en el proceso de evolución y se quejaba de lo que se enseñaba en las escuelas no tenia ninguna utilidad practica y por ultimo sostiene que no es posible perfeccionar un sistema de educación hasta que no se haya determinado una psicología racional.

EL EVOLUCIONISMO
Algunos llaman a esta teoría spencerismo, debido a que su autor fue el británico Herbert Spencer (1820-1903).
La teoría evolucionista posee una ley general aplicable al universo entero, desde luego incluido el estudio de la sociedad. Esta ley general constituye la síntesis de siete leyes concebidas originalmente por Spencer. De ellas, las tres primeras son básicas y las restantes cuatro son complementarias.
Ley de la persistencia de la fuerza.
• Ley de la indestructibilidad de la materia.
• Ley de la continuidad del movimiento.
• Ley de la persistencia de la relación entre las fuerzas.
• Ley de la transformación y equivalencia de las fuerzas.
• Ley del movimiento desde la menor resistencia hasta la mayor atracción, y
• Ley de la alternación o del ritmo del movimiento.
La ley general aludida es la expresión unitaria del resultado de las siete leyes enlistadas. La ley general de la evolución establece que, a partir de una homogeneidad indeterminada e incoherente, se transita hacia una heterogeneidad bien definida y coherente.
Spencer explica así la evolución natural y social, esta última en la transición de la familia a la tribu, posteriormente al pueblo para culminar con elEstado.
Concibe dos tipos de sociedad, partiendo de sus estructuras fundamentales: la sociedad militar y la sociedad industrial. A la sociedad militar le atribuye las características que a continuación se expresan:
• Gobierno centralizado (monárquico, por lo general).
• Prioridad para la satisfacción de las necesidades de la guerra.
• Régimen coercitivo.
• Religión autoritaria.
• Estratificación rígida de clases.
• Cultura predominantemente masculinista.
• Regulación absoluta de los aspectos vitales de la sociedad.
• El hombre al servicio de la comunidad.
• En la sociedad industrial, Spencer advierte estas características:
• Tendencia hacia la democracia y la paz.
• Existencia de múltiples centros de vida económica.
• El poder lo comparten una gran cantidad de individuos.
El Estado al servicio del hombre.
Spencer impugna al socialismo por su evidente inclinación a incrementar la intervención del Estado, pues considera que esto siempre conduce a la implantación de comunidades militarizadas.
También fue un severo crítico de Comte, y es autor de una segunda teoría, la de la analogía orgánica, que más adelante trato, y en la que compara, para determinados fines, a la sociedad con un organismo biológico.
Spencer alcanzó gran popularidad, sobre todo después de 1852, después de su visita a los Estados Unidos, en donde sus ideas fueron acogidas con gran entusiasmo.
En realidad, no se exagera cuando se afirma que Spencer es el segundo padre de la sociología. Sus ideas predominaron de manera exclusiva durante más de tres décadas. Y aunque al final de su vida él mismo advirtió la declinación de la vigencia de su teoría, ésta dio origen a otras escuelas sociológicas que, alternativamente, enfocaron sus estudios, no a partir de una determinada fase evolutiva de la sociedad, como hace el evolucionismo, sino enfatizando sus análisis en trono a la estructura y funcionamiento de la sociedad, soslayando abiertamente el estudio de las etapas del desarrollo social.
La obra de Herbert Spencer ha jugado un rol importante en el desarrollo de las ideas
evolutivas ya que este constituye un fuerte intento de considerar la continuidad entre los
procesos naturales y la vida social. En este sentido, el punto mas remarcable del
pensamiento de Spencer reside en su esfuerzo por extender la idea de evolución a todas
las esferas de desarrollo. Conformando así, un mismo plano que va desde el sistema
solar a la evolución de las especies y el desarrollo de la sociedad (Peel, 131). Sin
embargo, como puntualiza Capek, hemos enfrentado por mucho tiempo la extraña
situación por la cual mucho de las ideas de Spencer han caído en el olvido mientras que
algunas de sus ideas mas retardarias todavía habitan secretamente las ciencias sociales.
La teoría de la Evolución de Spencer y su influencia ha sido a veces cuestionada en la
sociología por el excesivo organicismo y linealidad subyacente en su obra,
especialmente en sus Principios de Sociología (Spencer, 1893). Sin embargo, como
veremos, el organicismo de Spencer no puede ser considerado la principal causa del
determinismo que prevalece en su Ley de la evolución.
En su Principios de Sociología (Spencer, 1893), Spencer naturaliza a la sociedad al
considerarla como un organismo social que posee las mismas funciones y estructura que
los organismos vivos. Así, se considera que la evolución de la sociedad posee las
mismas propiedades que la evolución de los organismo y por lo tanto se encuentra atada
a procesos naturales tales como el crecimiento y los procesos de envejecimiento del
organismo. Para este enfoque, no existía ninguna diferencia entre el desarrollo de la
sociedad y las leyes que gobiernan la evolución de la naturaleza. Para Spencer,
literalmente una “sociedad es un organismo” (Spencer, 1983:437).
Esta analogía establecía para Spencer el progresivo proceso de diferenciación y
crecimiento en complejidad de las sociedades, “desde lo mas general a lo mas
especial”(Spencer, 1893: 463), en una serie sucesiva y pre-determinada de etapas las
cuales solamente podían ser aceptadas pasivamente por el hombre.
Indudablemente, el uso inflexible de esta metáfora se encuentra una de las principales
razones detrás del alejamiento casi universal de la teoría orgánica de la sociedad,
durante los comienzos del siglo XX (Tönnies, 569). De todos modos, al subrayar el
fracaso de la analogía orgánica de Spencer no estamos todavía descubriendo las razones
últimas de su determinismo. Por lo demás, sí nos detenemos únicamente en este puntocorremos el riesgo de permanecer bajo la influencia de los aspectos mas reaccionarios
del determinismo de Spencer sin tener siquiera la posibilidad de criticarlos. En este
sentido, debemos reconocer que el determinismo evolucionista de Spencer no surge de
su relación con las teorías biológicas de la evolución. Al mismo tiempo, dicho
determinismo tampoco puede ser comprendido solamente a través de la relación con la
teoría de la Selección Natural darwiniana. En vez de ello, la teoría de la evolución de
Spencer emerge de la relación con los recientes desarrollos en física que llevarían al
fortalecimiento del programa mecanicista y de su intento de explicar la totalidad de los
fenómenos físicos.
Las primeras ideas evolucionistas de Spencer datan de 1840 (Peel, 131), y es en su
Teoria de la evolución, deducida de la Ley General de Fertilidad Animal (Spencer,
1893) donde Spencer crea la famosa frase “la supervivencia del mas apto”. En este
ensayo Spencer casi anticipa a Darwin en la concepción de un mecanismo auto
regulatorio de la población que indirectamente afirmaba la variación de las especies
(Peel, 138). No obstante, los primeros borradores de su Ley de la Evolución fueron
originalmente trazados en su ensayo: El progreso, su ley y causa (Spencer, 1983: 38-
52). En este trabajo y tomando ideas de la biología, Spencer argumentará que el
progreso es un proceso de constante diferenciación de lo homogéneo hacia lo
heterogéneo que sigue las leyes del desarrollo orgánico. Pero, es al describir esta ley de
desarrollo biológico que Spencer notará la necesidad de buscar por una causa universal
ultima que pueda fundamentar el proceso de diferenciación (Spencer, 1983: 46). De este
modo, Spencer pretenderá que detrás de cada cambio, sea este orgánico o inorgánico,
debería existir una fuerza subyacente y que esta fuerza debería ser considerada la causa
del progreso hacia complejidades crecientes.
Aunque Spencer se preocupa en este ensayo por describir la Ley del Progreso como un
proceso de diferenciación que se encuentra mas allá del control humano, todavía es
incapaz de precisar aquí el “atributo fundamental” que, de acuerdo a su visión dirige
todo el proceso evolutivo. El pasaje desde la simple ley del progreso hacia la Ley de la
Evolución será desarrollada solamente en sus Primeros Principios (Spencer, 1908). Es
en este libro donde Spencer logrará finalmente su deseo de desarrollar una completa
teoría de la evolución de carácter deductivo.
En un fragmento de su Autobiografía (Spencer, 1904), Spencer describe la decisiva
influencia permite plasmar el cambio desde su “indefinida idea de progreso paso a ser
una idea definitiva de evolución” (Spencer, 1904: 12). Este pasaje fue logrado a travésdel contacto con los recientes cambios en el campo de la física clásica, los cuales que
abrieron la posibilidad de considerar la unidad de los fenómenos físicos tales como la
luz, el calor, el movimiento y el magnetismo bajo el marco de los principios
mecanicistas (Harman, 3). Como resultado de este encuentro Spencer buscará traducir el
principio de conservación de la fuerza al análisis de la evolución mediante el uso de una
idea mas dinámica: “La persistencia de la fuerza”(Spencer, 1908:149)
Con todo, Spencer llevará la idea de “persistencia de la fuerza” y el programa
mecanicista bastante mas allá del recientemente renovado marco de la física, incluyendo
no solo eventos inorgánicos sino también orgánicos y aun sociales. Así,  la
omnipresente dinámica de la “persistencia de la fuerza” le permitirá a Spencer intentar
la construcción de una filosofía sintética que proclama la continuación de todo cambio
evolutivo.
Este movimiento es fundamental para entender el contraste entre la evolución
irreversible de Darwin y la Ley de la Evolución de Spencer. Es precisamente la
adopción por parte de Spencer de un marco teórico proveniente de la física lo cual
define esta diferencia y la razón por la cual Spencer se ve compelido a pensar la
evolución en términos de leyes inmutables y en ultima instancia de tiempo reversible.
De esta forma:
“[...] Evolución es definible como un cambio desde una homogeneidad incoherente hacia una
homogeneidad coherente, acompañando la disipación del movimiento y la integración de la
materia” (Spencer, 1908: 291)
El movimiento progresivo de la Ley de la Evolución se encuentra firmemente apoyado
en las leyes del movimiento y de transformación de la materia que siempre siguen “la
línea de la mayor atracción o la línea de menor resistencia o la resultante de las dos”
(Spencer, 1904: 184). Por lo tanto, las bases de la ley de la evolución spencerianas
descansan en una concepción mecánica de la naturaleza que estaba muy relacionada al
modelo cinético corpuscular.
Siguiendo a Capek (1961), esta extendida visión de la naturaleza puede ser resumida de
al siguiente forma:
 Una de las principales influencias que Spencer mencionaba era el trabajo de W.R. Grove: Correlation of
physical forces, que popularizaba las teorías de indestructibilidad y conservación de las fuerzas naturales
(Harman, 35)1. “La materia, la cual es discontinua en su estructura, esto es, hecha de unidades rígidas y
absolutamente compactas, se mueve a través del espacio de acuerdo a las leyes estrictas de la
mecánica”
2. “Todas las diferencias cualitativas aparentes en la naturaleza se deben a la diferencia en la
configuración del movimiento de estas unidades básicas o agregados”
3. “Todos los cambios cualitativos aparentes son meramente efectos superficiales del
desplazamiento de las unidades elementales o de sus agregados”
4. “Toda interacción entre los corpúsculos básicos se debe exclusivamente al impacto directo. La
acción a distancia es un mero artificio del discurso” (Capek, 1961: 79. Mi traducción)
Esta extensa cita nos permite tener una imagen completa de las principales
características del mecanismo que limitaba la concepción spenceriana de la evolución.
No sólo el cambio estaba condenado a ser lineal y progresivo sino que esta concepción
también  excluye cualquier noción de potencialidad. Para Spencer, el resultado de la
evolución era predeterminado y esencialmente algo inmodificable. Por lo tanto, es como
si todo cambio evolutivo fuera dado de una vez y para siempre y no existieran chances
de divergencia.
Dentro de esta concepción, era ya imposible concebir la acción social como la
capacidad de modificar el curso de la historia. Por otro lado, como Spencer postula que
la evolución culmina en el hombre, las categorías de conocimiento quedan fijadas en el
actual modo de pensamiento. De esta manera, no existía ninguna posibilidad de que su
concepción de la sociología evolutiva cuestionara el mecanismo de evolución o el modo
establecido del conocimiento. La única tarea de la ciencia era, para Spencer, la
continuación del trabajo de “descubrimiento” de las leyes de la naturaleza hasta que sus
últimos acertijos estuvieran resueltos.
La ley general de la evolución: la alternancia de evolución y disolución

El ideal de Spencer de una síntesis filosófica completa exige un estudio sistemático del mundo inorgánico a la luz de la idea de la evolución. E indica Spencer que si tal tema hubiera sido tratado en el Sistema de filosofía, "habría llenado dos volúmenes, uno dedicado a la Astrogenia y otro a la Geogenia". De hecho, sin embargo. Spencer se limita, en la filosofía especial, a la biología, la psicología, la sociología y la ética. Alude, por supuesto, a algunos temas de astronomía, física y química, pero el Sistema no ofrece un tratamiento sistemático de la evolución en el mundo inorgánico.

Puesto que limitaciones de espacio nos impiden hacer una recapitulación de todas las partes del sistema de Spencer, me he propuesto prescindir de la biología y la psicología y ofrecer en este apartado algunas notas sobre sus ideas sociológicas y políticas, dedicando el apartado próximo a la ética.

El sociólogo estudia el crecimiento, la estructura, las funciones y los productos de las sociedades humanas. La posibilidad de una ciencia sociológica está dada por el hecho de que los fenómenos sociales presentan una relación ordenada de causa a efecto, que permite la predicción; lo cual no queda anulado por el hecho de que las leyes sociales sean estadísticas y las predicciones, en este campo, aproximadas. "Sólo una mitad de la ciencia es ciencia exacta." Lo que se requiere es la posibilidad de generalización, no la exactitud cuantitativa. En cuanto a la utilidad de la sociología, Spencer sostiene, de un modo un tanto vago, que si es posible percibir un orden en los cambios estructurales y funcionales por los que pasa la sociedad, "el conocimiento de tal orden difícilmente dejará de influir en nuestros juicios sobre lo que es progresivo y retrógrado, lo que es deseable, lo que es factible, lo que es utópico".

Al considerar la lucha por la existencia en el proceso evolutivo general, encontramos analogías evidentes entre las esferas inorgánica, orgánica y superorgánica (social). El comportamiento de un objeto inanimado depende de las relaciones entre sus propias fuerzas y las fuerzas externas a las que se encuentra expuesto. De igual modo, el comportamiento de un cuerpo orgánico es el resultado de las influencias combinadas de su naturaleza intrínseca y su ambiente, sea éste inorgánico u orgánico. Además, toda sociedad humana "manifiesta una se­rie de fenómenos atribuibles al carácter de sus individuos y a las condiciones en las que éstos existen".

Sin duda es cierto que ambos grupos de factores, intrínsecos y extrínsecos, no permanecen estáticos. Por ejemplo, el poder humano -físico, emotivo e intelectual- se ha desarrollado a lo largo de la historia, mientras la sociedad en desarrollo ha producido cambios notables en su ambiente orgánico e inorgánico.

Además, los productos de la sociedad en desarrollo -sus instituciones y creaciones culturales- son causa de nuevas influencias. Más aún: cuanto más se desarrollen las sociedades humanas, tanto más reaccionarán la una frente a la otra, es decir, el factor superorgánico tendrá aún mayor importancia. Pero, a pesar de la complejidad creciente de la situación, en las tres esferas es discernible análoga influencia recíproca de fuerzas intrínsecas y extrínsecas.

Aunque hay una continuidad entre las esferas inorgánicas, orgánicas y superorgánicas, se da también una discontinuidad. Si se da una similitud, se da también una desigualdad. Consideremos, por ejemplo, la idea de la sociedad como organismo. Como en el caso del cuerpo orgánico en el sentido propio del término, el crecimiento de la sociedad va acompañado de una progresiva diferenciación de estructuras, que desembocan en una progresiva diferenciación de funciones. Pero este punto de semejanza entre el cuerpo orgánico y la sociedad humana constituye también un punto de discrepancia entre ambos y el cuerpo inorgánico. Porque, según Spencer, las acciones de las distintas partes de un objeto inorgánico no pueden considerarse propiamente funciones. Además, hay una diferencia importante entre el proceso de diferenciación en un cuerpo orgánico y el mismo proceso en el organismo social. Porque en el último no encontramos ese tipo de diferenciación que en el primero da lugar a la conversión de una sola parte en el órgano de la inteligencia, Y de otras partes en órganos sensoriales, mientras que otras no se convierten. En el cuerpo orgánico "la conciencia se concentra en una pequeña parte del total", en tanto en el organismo social "está difundida por todo el conjunto: todas las unidades son capaces de felicidad y miseria, si no en igual grado, por lo menos en grados aproximados".

Un defensor entusiasta de la interpretación de la sociedad política como organismo podría, por supuesto, tratar de encontrar analogías específicas entre la diferenciación de funciones en el cuerpo orgánico y en la sociedad. Pero esto le llevaría a decir, por ejemplo, que el gobierno es análogo al cerebro y que las demás partes de la sociedad deberían dejar al gobierno la función de pensar y limitarse a obedecer sus decisiones. y éste es precisamente el tipo de conclusión que Spencer quiere evitar. Insiste, pues, en la relativa independencia de los miembros individuales de la sociedad política y niega el argumento de que la sociedad sea un organismo en el sentido de que sea algo más que la suma de sus miembros y posea un fin distinto de los fines de sus miembros. "Y así, puesto que no existe un sensorio social, no debe buscarse el bienestar del conjunto, considerado aparte del de sus miembros. La sociedad existe para el bien de sus miembros; no los miembros para el bien de la sociedad." En otras palabras, podemos decir que las piernas y los brazos existen para el bien de todo el cuerpo, pero en el caso de la sociedad hay que decir que el todo existe para las partes. La conclusión de Spencer, en cualquier caso, es clara. Y aun cuando sus argumentos a veces son oscuros y complicados, queda claro que en su opinión la analogía de un organismo, aplicada a la sociedad política, no sólo lleva a conclusiones falsas, sino que es peligrosa.

La situación es, de hecho, la siguiente: la decisión de Spencer de aplicar la idea de la evolución a todos los tipos de fenómenos le lleva a hablar de la sociedad política del Estado como de un superorganismo. Pero puesto que es un decidido defensor de la libertad individual contra las exigencias y los abusos del Estado intenta extirparle a tal analogía su aguijón, indicando las diferencias esenciales entre el cuerpo orgánico y el cuerpo político. Y lo hace sosteniendo que si bien el desarrollo político es un proceso de integración, en el sentido de que los grupos sociales crecen y las voluntades individuales se funden entre sí, es también un paso de la homogeneidad a la heterogeneidad, de forma que la diferenciación tiende a aumentar. Por ejemplo, con el progreso de la civilización hacia el moderno Estado industrializado, las diferencias de clases de las sociedades más primitivas tienden -así lo cree Spencer- a convertirse en menos rígidas e incluso a desaparecer. Y ésta es una seña  de progreso.

La posición de Spencer depende en parte de su tesis de que" el estado de homogeneidad es un estado inestable; y donde hay ya cierta heterogeneidad, se tiende a una heterogeneidad mayor". Atendida esta idea del movimiento evolutivo, evidentemente se sigue que la sociedad cuya diferenciación sea relativamente mayor, estará más desarrollada que aquella en la cual se dé una diferenciación relativamente menor. Al propio tiempo está claro que el punto de vista de Spencer depende también de un juicio de valor, a saber, que la sociedad en la cual la libertad individual esté muy desarrollada es más digna de admiración y de aprecio intrínsecamente que la sociedad en la que haya menos libertad individual. En efecto, Spencer cree que la sociedad que encarne el principio de libertad individual es más digna de sobrevivir que las sociedades que no encarnen tal principio. Y esto puede entenderse como un juicio meramente empírico. Pero, en cualquier caso, yo creo que Spencer considera que el primer tipo de sociedad es más digno de sobrevivir porque su valor intrínseco es mayor.

Dejando aparte los estudios de Spencer sobre las sociedades primitivas y su desarrollo, puede decirse que concentra su atención principalmente en la transición del tipo de sociedad militarista o militante al tipo de sociedad industrial. La sociedad militante es básicamente "aquella en la cual el ejército es la nación movilizada en tanto la nación es el ejército en estado no activo, y en la cual, por lo tanto, el ejército y la nación tienen una estructura común".No cabe duda de que tal tipo de sociedad puede experimentar un cierto desarrollo. Por ejemplo, el líder militar llega a ser la cabeza civil o política, como en el caso del emperador romano; ya la larga, el ejército se convierte en una rama profesional especializada de la comunidad, en lugar de coincidir con la población masculina adulta. Pero en la sociedad militante en general la integración y la cohesión son elementos dominantes. El fin primordial es la protección de la sociedad, en tanto la protección de los miembros individuales importa sólo en cuanto es un medio para alcanzar el fin primario. Además, en este tipo de sociedad se exige "una disciplina constante y "la individualidad de cada miembro queda tan subordinada en lo que se refiere a la vida, la libertad y la propiedad, que en gran parte o totalmente es propiedad del Estado". Más aún, puesto que la sociedad de tipo militante tiende a la autosuficiencia, "la autonomía política pretende ir acompañada de la autonomía económica". La Alemania del Nacional Socialismo sin duda hubiera sido, para Spencer, un buen ejemplo del renacimiento de la sociedad de tipo militante en la nueva era industrial.

Spencer no niega que la sociedad de tipo militante tenía un papel esencial a jugar en el proceso de evolución considerado como una lucha por la existencia en la cual sobrevive el más apto. Pero sostiene que aunque el conflicto intersocial fue necesario para la formación y crecimiento de las sociedades, el desarrollo de la civilización hace la guerra cada vez más inútil. La sociedad de tipo militante se convierte, así, en un anacronismo, y es necesaria la transición a lo que Spencer llama sociedad de tipo industrial. Lo que no significa que cese la lucha por la existencia, sino que cambia de forma convirtiéndose en "la lucha industrial por la existencia", en la cual tiene más probabilidades de sobrevivir aquella sociedad que produzca "la mayor cantidad de individuos mejores, individuos mejor adaptados a la vida del estado industrial". De este modo Spencer trata de evitar la acusación de que llegado al concepto de sociedad industrial, abandona la idea de lucha por la existencia y de la supervivencia del más apto.

Sería un grave error suponer que por sociedad de tipo industrial Spencer entienda simplemente una sociedad en la cual los ciudadanos se ocupen, exclusiva y principalmente, de la vida económica de la producción y la distribución. Porque la sociedad industrial entendida en este estrecho sentido sería compatible con una regulación total del trabajo por el Estado. Y es precisamente este elemento de coacción el que Spencer trata de excluir. En el nivel económico, Spencer se refiere a una sociedad dominada por el principio del laissez faire. Así, desde su punto de vista, los Estados comunista y socialista estarían muy lejos de ejemplificar la esencia de la sociedad de tipo industrial. La función del Estado consiste en mantener la libertad y los derechos individuales y, en caso necesario, juzgar entre derechos antagónicos. No es función del Estado interferir positivamente en las vidas y conducta de los ciudadanos, excepto cuando tal interferencia se requiera para la conservación de la paz interior.

Con otras palabras, en la sociedad de tipo industrial ideal, según la interpretación que Spencer da del término, adquieren más importancia los miembros considerados como individuos que la totalidad, la sociedad como conjunto. "Bajo el régimen industrial la individualidad del ciudadano, en lugar de quedar sacrificada a la sociedad, debe ser defendida por ella. La defensa de tal individualidad viene a ser el deber esencial de la sociedad." Es decir, la función cardinal del Estado viene a ser la de juzgar equitativamente los derechos antagónicos de los ciudadanos en tanto individuos y la de impedir la violación de la libertad de un hombre por otro.

La tesis de Spencer de la aplicabilidad universal de la ley de evolución evidentemente le obliga a sostener que el movimiento evolutivo tiende al desarrollo del Estado de tipo industrial, considerado por Spencer -de un modo un tanto optimista- como una sociedad esencialmente pacífica. Pero las tendencias del Estado a intervenir y a imponer reglas, manifestadas en las últimas décadas de la vida de Spencer, le indujeron a expresar su temor por lo que él llamó "la próxima esclavitud" y a atacar violentamente cualquier tendencia del Estado o de alguno de sus órganos a considerarse absoluto. "La gran superstición política del pasado fue el derecho divino de los reyes. La gran superstición política del presente es el derecho divino de los parlamentos." Además, "la función del 'liberalismo' en el pasado consistió en limitar los poderes de los reyes. La función del verdadero 'liberalismo' en el futuro será la de limitar los poderes de los 'parlamentos' ".

Evidentemente, en este decidido ataque a "la próxima esclavitud" Spencer no podía referirse simplemente a la labor automática de cualquier ley de evolución. Sus palabras están claramente inspiradas por una apasionada convicción del valor de la libertad y de la iniciativa individuales, convicción que es reflejo del carácter y temperamento de un hombre que jamás y en ninguna época de su vida se inclinó ante la autoridad constituida por el simple hecho de serlo. Y es un hecho digno de mención que Spencer extendió su ataque a lo que él consideraba abusos del Estado con respecto a la libertad privada, hasta el punto de condenar la legislación de las fábricas, la inspiración sanitaria de los oficiales del gobierno, la administración estatal de Correos, la ayuda estatal al pobre y la educación estatal. No es preciso decir que no condenaba la reforma como tal, ni la caridad ni la existencia de hospitales y escuelas. Pero insistió siempre en que tales proyectos debían organizarse voluntariamente, oponiéndose a la acción, la administración y el control del Estado. Con pocas palabras, su ideal era una sociedad en la cual, como él decía, el individuo lo fuera todo y el Estado nada, en oposición a la sociedad de tipo militante en la 'cual el Estado lo es todo y el individuo nada.

La identificación que hace Spencer de la sociedad de tipo industrial en una sociedad pacífica y antimilitarista puede parecer rara a menos que afirmemos su verdad por definición. y su defensa, llevada hasta el extremo, de la política del laissez-faire, puede parecernos excéntrica o, cuando menos, residuo de una perspectiva caduca. Spencer parece no haber entendido, como lo entendió Mill, por lo menos en parte, y como lo entendió más plenamente un idealista como T. H. Green, que la legislación social y la llamada interferencia del Estado pueden muy bien ser requeridas para salvaguardar los legítimos reclamos de todo ciudadano individual a llevar una vida humana decente.

Al propio tiempo, la aversión de Spencer por la legislación social (la cual hoy en día se da por asegurada por la vasta mayoría de ciudadanos en Gran Bretaña), no debe oscurecernos el hecho de que Spencer, al igual que Mill, vio los peligros de la burocracia y de cualquier exaltación del poder y las funciones del Estado que tendiera a extinguir la libertad y la iniciativa individuales. En cualquier caso, creo que la preocupación por el bien común lleva a una aprobación de la actividad estatal hasta un grado muy superior al que Spencer estaba dispuesto a aceptar. Pero no debería olvidarse nunca que el bien común no es algo totalmente distinto del bien individual. Y Spencer sin duda tenía toda la razón al pensar que es por el bien de los individuos y de la sociedad en general que los ciudadanos deberían poder desarrollarse libremente y manifestar su iniciativa. Podemos pensar que es función del Estado crear y mantener las condiciones que permitan a los individuos desarrollarse, y que esto implica, por ejemplo, que el Estado tiene el deber de proporcionar todos los medios de educación que estén de acuerdo con la capacidad de los individuos para aprovecharlo. Pero en cuanto aceptamos el principio de que el Estado debe preocuparse por crear y mantener positivamente las condiciones aptas para que cada individuo lleve una vida humana decente de acuerdo con sus capacidades, nos exponemos al peligro consecuente de olvidar que el bien común no es una entidad abstracta a la cual deban sacrificarse despiadadamente los intereses de los individuos. Y la actitud de Spencer, a pesar de sus exageraciones excéntricas, puede servirnos para recordar que el Estado existe para el hombre y no el hombre para el Estado. Además, el Estado no es más que una forma de organización social: no es la única forma legítima de sociedad. Y Spencer ciertamente lo entendió así.

Como se ha indicado ya, las opiniones políticas de Spencer eran en parte la expresión de juicios empíricos relacionados con su interpretación del movimiento evolutivo en general y en parte expresión de juicios de valor. Por ejemplo, su afirmación de que la que él llama sociedad de tipo industrial es más digna de sobrevivir que otros tipos de sociedad, equivalía en parte a la predicción de que tal sociedad de hecho sobreviviría en virtud del proceso evolutivo. Pero era también parcialmente un juicio que el tipo industrial de sociedad merecía sobrevivir a causa de su valor intrínseco, era sólo en parte un juicio. En efecto, está bastante claro que en Spencer una valoración positiva de la libertad personal era el factor realmente decisivo para su idea de la sociedad moderna. Está también claro que si un hombre está decidido a que, en lo que de él dependa, sobreviva el tipo de sociedad que respeta la libertad y la iniciativa individuales, tal decisión se base principalmente en un juicio de valor más que en cualquier teoría sobre el cumplimiento automático de la ley de evolución.


 La sociología y la política

Spencer concibió su teoría ética como la culminación de su sistema. En el prefacio a Los datos de la ética indica que su primer ensayo sobre The Proper Sphere of Government (El ámbito propio del Gobierno, 1842) insinuaba vagamente ciertos principios generales sobre lo bueno y lo malo en el comportamiento político. Y añade que" durante todo este tiempo mi última intención, la que está más allá de todos los fines inmediatos, ha sido la de encontrar una base científica para los principios del bien y del mal en el comportamiento en generaI".

La idea de una autoridad sobrenatural como base de la ética se ha debilitado. Lo más urgente ahora es, pues, dar a la moral una base científica independiente de las creencias religiosas. y para Spencer esto significa fundamentar la ética en la teoría de la evolución. El comportamiento en general, incluido el de los animales, consiste en una serie de actos dirigidos a determinados fines y cuanto más alto ascendamos en la escala de la evolución, encontraremos pruebas más claras de la existencia de acciones intencionales dirigidas al bien del individuo y de la especie. Pero vemos también que la actividad teleológica de este tipo forma parte de la lucha por la existencia entre distintos individuos de la misma especie y entre especies distintas. Es decir, cada criatura intenta conservarse a sí misma a expensas de otra, y cada especie se mantiene a sí misma a Costa de otra.

Este tipo de comportamiento intencional en el que sale perdiendo el más débil, es para Spencer un comportamiento imperfectamente desarrollado. En un comportamiento perfecto -el comportamiento ético propiamente dicho- los antagonismos entre grupos rivales y entre miembros individuales de un mismo grupo quedarán sustituidos por la cooperación y la ayuda mutua. El comportamiento perfecto, sin embargo, sólo se logra en la medida en que las sociedades militantes den paso a las sociedades permanentemente pacíficas. En otras palabras, no puede lograrse de un modo estable más que en la sociedad totalmente desarrollada, la única capaz de vencer y superar las tensiones entre el egoísmo y el altruismo.

Esta distinción entre comportamiento perfecto e imperfecto sirve de base para distinguir entre ética relativa y absoluta. La ética absoluta es "un código ideal de conducta que formula el modo de comportarse de un hombre completamente adaptado a una sociedad completamente desarrollada", en tanto la ética relativa trata del tipo de conducta que en nuestras circunstancias actuales (es decir, en sociedades más o menos imperfectas) se acerca más a este ideal. Según Spencer, es sencillamente falso que, en cualquier conjunto de circunstancias que exijan de nosotros una acción intencional, nos encontremos siempre ante un dilema entre una acción absolutamente buena y una acción absolutamente mala. Por ejemplo, puedo encontrarme en unas circunstancias tales que, actúe como actúe, haga daño a otra persona. Y una acción que hace daño a otro no puede ser absolutamente buena. En tales circunstancias, por lo tanto, tengo que procurar ver cuál de las acciones posibles es relativamente buena, es decir, cuál de ellas causará probablemente la mayor medida de bien y la menor medida de mal. No puedo pretender que mi juicio sea infalible. Sólo puedo obrar según lo que me parezca mejor, después de haberle dedicado a la cuestión toda la reflexión que parezca exigir la importancia relativa del asunto. Es cierto que puedo tener en cuenta el código de conducta ideal de la ética absoluta, peno no puede dar por supuesto honradamente que tal norma me servirá como premisa para deducir infaliblemente qué será lo relativamente mejor en las circunstancias en que me encuentro.

Spencer acepta la ética utilitarista en el sentido de que concibe la felicidad como el último fin de la vida y mide la bondad o maldad de las acciones en relación a este fin. En su opinión, el "desarrollo gradual de una ética utilitarista ha sido, en realidad, inevitable". En efecto, hubo desde el principio un utilitarismo naciente, en el sentido de que siempre se han tenido algunas acciones como buenas y otras como perjudiciales para el hombre y la sociedad. Pero en las sociedades antiguas los códigos éticos iban asociados a una autoridad de un tipo u otro, o a la idea de la autoridad divina y de las sanciones impuestas por apelación a la divinidad, mientras que a lo largo del tiempo la ética ha ido independizándose de creencias no éticas, y ha ido surgiendo una perspectiva moral basada simplemente en las consecuencias naturales y discernibles de las acciones. Con otras palabras, el proceso evolutivo en el campo de la moral ha favorecido el desarrollo del utilitarismo. Debe añadirse, sin embargo, que hay que entender el utilitarismo en forma que dé cabida a la distinción entre ética absoluta y relativa. En efecto, la misma idea de la evolución indica un proceso hacia un límite ideal. Y en tal progreso el mejoramiento en la virtud no puede ir separado del mejoramiento social. "Es imposible la coexistencia de un hombre perfecto y una sociedad imperfecta."

Puesto que para Spencer el utilitarismo es una ética con base científica, es comprensible que desee demostrar que no es simplemente uno entre muchos sistemas mutuamente excluyentes, sino que concede sitio a todas las verdades contenidas en otros sistemas. Así sostiene, por ejemplo, que el utilitarismo bien entendido acepta el punto de vista que insiste en los conceptos del bien, el mal y el deber, más que en el logro de la felicidad. Bentham pudo creer que hay que tender a la felicidad directamente, aplicando el cálculo hedonístico. Pero se equivocaba. En realidad, habría estado en lo cierto si el logro de la felicidad no hubiera dependido del cumplimiento de una serie de condiciones. Pero en tal caso, sería moral cualquier acción, con tal que produjera un placer y esta noción no es compatible con la conciencia moral. De hecho, el logro de la felicidad depende del cumplimiento de ciertas condiciones, es decir, de la observancia de ciertos preceptos o reglas morales y a lo que debemos tender directamente es al cumplimiento de tales condiciones. Bentham creyó que todo el mundo sabe lo que es la felicidad, y que ésta es más inteligible que, por ejemplo, los principios de la justicia. Pero esta Idea es contraria a la verdad. Los principios de la justicia son fácilmente inteligibles, en tanto no es nada fácil decir lo que sea la felicidad. Spencer defiende, por lo tanto, lo que él llama un utilitarismo "racional", un utilitarismo que "tiene por objeto inmediato la conformidad con ciertos principios que, por la naturaleza de las cosas, son causa determinante del bienestar".

Es más, la tesis de que pueden establecerse inductivamente las reglas morales observando las consecuencias naturales de las acciones, no lleva a la conclusión de que la teoría del intuicionismo moral sea falsa. Porque existen en realidad las llamadas intuiciones morales, si bien no consisten en algo misterioso e inexplicable, sino en "los efectos lentamente organizados de experiencias recibidas por la raza". Lo que originariamente fue una inducción de la experiencia puede, en generaciones posteriores, llegar a tener ;:>ara el individuo la fuerza de una intuición. El individuo puede ver o sentir instintivamente que una determinada acción es buena o mala; aunque esta reacción instintiva sea el producto de la experiencia acumulada de la raza.

De igual modo, el utilitarismo puede muy bien reconocer cierta verdad en el argumento de que el fin al cual debemos tender es la perfección de nuestra naturaleza. Porque el proceso evolutivo tiende a hacer brotar la forma de vida superior. y aunque la felicidad sea el fin supremo, "lo que toda teoría sobre la conducta moral busca clara o vagamente es el concomitante de esa vida superior".

En cuanto a la tesis de que la virtud es el fin del comportamiento humano, no es más que una forma de expresar la doctrina de que nuestro fin inmediato debe ser el cumplimiento de las condiciones necesarias para alcanzar la forma de vida superior a la cual tiende el proceso evolutivo. De haber alcanzado tal forma de vida, su efecto sería la felicidad.

No es preciso decir que Spencer no podía pretender que su teoría ética se fundamentara en la teoría de la evolución sin. reconocer una cierta continuidad entre la evolución biológica y la evolución moral. Y sostiene, por ejemplo, que "la justicia humana debe ser un desarrollo de la justicia sub-humana". Al mismo tiempo, en un prefacio, suprimido más tarde, a las partes quinta y sexta de Los principios de ética, reconoce que la teoría de la evolución no ha servido de guía en la medida deseada. Parece, sin embargo, no haber entendido jamás que el proceso evolutivo, en tanto hecho histórico, no podía establecer por sí mismo los juicios de valor que él dedujo de su interpretación. Por ejemplo, aun cuando aseguremos que la evolución se mueve hacia la emergencia de un cierto tipo de vida humana en sociedad y que dicho tipo se muestra, por tanto, como el más apto para sobrevivir, no se sigue necesariamente de allí que moralmente sea el tipo más perfecto. Como T. H. Huxley vio, la aptitud empírica para sobrevivir en la lucha por la existencia y la perfección moral no son necesariamente una misma cosa.

Por supuesto, si partimos de la hipótesis de que la evolución es un proceso teleológico dirigido a la institución progresiva del orden moral, la situación cambia. Pero aunque una hipótesis de este tipo tal vez esté implícita en la perspectiva de Spencer, éste no pretendió aventurar tales hipótesis metafísicas.


 Ética relativa y ética absoluta

El elemento metafísico explícito en el pensamiento de Spencer es, de un modo un tanto paradójico, su filosofía de lo Incognoscible. Introduce tal tema a propósito de un estudio sobre el supuesto antagonismo entre religión y ciencia. "De todos los antagonismos en torno a la fe, el más viejo, el más extendido, el más profundo y el más importante es el antagonismo entre religión y ciencia." Por supuesto, si se entiende la religión simplemente como una experiencia subjetiva, difícilmente se plantea el problema del conflicto entre ella y la ciencia. Pero si tenemos en cuenta las distintas creencias religiosas, el caso es distinto. En lo que a los hechos particulares se refiere, las explicaciones sobrenaturales han sido reemplazadas por explicaciones naturales o científicas y la religión ha tenido que limitarse más o menos a ofrecer una explicación de la existencia del universo como totalidad. Pero sus argumentos son inaceptables para cualquiera que posea una perspectiva científica. En este sentido, por lo tanto, existe un conflicto entre las mentalidades religiosa y científica y sólo puede resolverse, según Spencer, por la filosofía de lo Incognoscible.

Si partimos de la creencia religiosa, podemos ver que tanto el panteísmo como el teísmo son insostenibles. Por panteísmo entiende Spencer la teoría de un universo que se desarrolla desde la existencia potencial a la actual. Y afirma que tal idea es inconcebible. En realidad no sabemos lo que significa. Así, pues, difícilmente se plantea la cuestión de su verdad o falsedad. En cuanto al teísmo, entendido como la teoría de que el mundo fue creado por un agente externo, es también insostenible. Aparte del hecho de que la creación del espacio es inconcebible, porque su no existencia no se puede pensar, la idea de un Creador que existe por sí mismo es tan impensable como la de un universo que existe por sí mismo. La misma idea de la "existencia por sí" es inconcebible. "No se trata de una cuestión de probabilidad o de credibilidad, sino de concebibilidad."

Es cierto, admite Spencer, que si nos preguntamos por la última causa o causas de los efectos producidos en nuestros sentidos, nos sentimos llevados inevitablemente a la formulación de la hipótesis de una causa primera. Y tendremos que definirla como infinita y absoluta. Pero Mansel ha demostrado que si bien la idea de una Causa Primera finita y subordinada encierra contradicciones manifiestas, la idea de una Causa Primera infinita y absoluta no queda tampoco libre de contradicciones, aun cuando éstas no sean tan inmediatamente evidentes. No podemos, por tanto, decir nada inteligible sobre la naturaleza de la Causa Primera. Y en último término nos quedamos sólo con la idea de un Poder inescrutable.

No obstante, si partimos de la ciencia de nuevo nos vemos enfrentados con lo Incognoscible. Porque la ciencia no puede resolver el misterio del universo. Por una parte, no puede demostrar que el universo exista por sí, porque la idea de la existencia por sí es, como hemos visto, inconcebible e ininteligible. Por otra parte, las nociones últimas de la ciencia "son todas representativas de realidades que no pueden ser comprendidas". Por ejemplo, no podemos comprender qué es la fuerza "en sí misma". Y en último término "las ideas religiosas últimas y las ideas científicas últimas se convierten a la vez en simples símbolos de lo real, no en conocimientos de ello".

Tal punto de vista se apoya en un análisis del pensamiento humano. Todo pensamiento, como hemos visto, es relacional. Y lo que no puede determinarse por sus relaciones de similitud y disimilitud con otras cosas, no es un objeto posible de conocimiento. Así, pues, no es posible conocer lo incondicionado y lo absoluto y esto se aplica no sólo al Absoluto de la religión, sino también a las últimas ideas científicas en tanto representaciones de entidades metafenoménicas o de "cosas en sí". Al propio tiempo, afirmar que todo conocimiento es "relativo es afirmar implícitamente que existe una realidad no relativa. "A no ser que se postule un No-relativo o Absoluto real, lo Relativo se convierte en absoluto, y convierte el argumento en una contradicción." De hecho, no podemos eliminar de nuestra conciencia la idea de un Absoluto más allá de las apariencias.

Así, tanto si nos acercamos al tema a través de un examen crítico de las creencias religiosas como a través de una reflexión sobre nuestras ideas científicas últimas o a través de un análisis de la naturaleza del pensamiento y del conocimiento, llegamos al fin a la idea de una realidad incognoscible. Y se logrará un estado de paz permanente entre religión y ciencia" cuando la ciencia se convenza plenamente de que sus explicaciones son próximas y relativas y la religión a su vez se convenza plenamente de que el misterio' que contempla es último y absoluto".

Ahora bien, la doctrina de lo Incognoscible forma la primera parte de los Primeros principios y se coloca así al comienzo del sistema filosófico de Spencer en su ordenación formal. Tal hecho puede inducir al lector incauto a dar a la teoría una importancia fundamental. No obstante, cuando descubra que el Absoluto inescrutable o el Poder de la religión se equipara prácticamente con la Fuerza en tanto tal, tal vez llegue a la conclusión de que la teoría no es mucho más, si algo es, que un soborno ofrecido cortésmente al hombre religioso por otro hombre que no creía en Dios y que fue enterrado, o más bien, inclinado, sin ningún tipo de ceremonia religiosa. Es fácil entender, así, que algunos escritores hayan desechado la primera parte de los Primeros principios calificándola de excrecencia infeliz. Spencer trata lo Incognoscible con una extensión considerable. Pero el resultado final no es extraordinario desde el punto de vista metafísico, puesto que los argumentos no se han considerado detenidamente; en tanto el científico es probable que se oponga a la noción de que sus ideas básicas escapan a toda comprensión.

Spencer, sin embargo, ve un cierto misterio en el universo. Sus pruebas de la existencia de lo Incognoscible son, en efecto, algo confusas. En ocasiones da la impresión de aceptar un fenomenismo a lo Hume aduciendo que las modificaciones producidas en nuestros sentidos deben ser causadas por algo que trascienda nuestro conocimiento. Otras veces, su pensamiento parece estar respaldado por una forma de razonar más o menos kantiana, derivada de Hamilton y Mansel. Las cosas externas son fenómenos en el sentido de que sólo pueden ser conocidas en la medida en que se conforman a la naturaleza del pensamiento humano. Las "cosas en sí" o noumenos no pueden ser conocidos; pero puesto que la idea del noumeno es correlativa a la de fenómeno, no podemos dejar de postularla. Spencer, sin embargo, cuenta también con lo que él llama un hecho decisivo: que además de la conciencia "definida" "hay también una conciencia indefinida que no puede formularse". Por ejemplo, no podemos tener una conciencia definida de lo finito sin una conciencia indefinida concomitante de lo infinito. Y tal razonamiento lleva a la afirmación del Absoluto infinito como una posible realidad de la cual tengamos una conciencia indefinida o vaga. No podemos saber qué es el Absoluto. Pero aun cuando neguemos toda interpretación sucesiva y definida o toda descripción del Absoluto que se muestra a sí mismo, "queda siempre detrás de ello un elemento que adopta formas nuevas".

Parece que Spencer se esforzó seriamente por mantener tal razonamiento. y si bien podría parecer más conveniente convertir a Spencer en un positivista total, desechando la doctrina de lo Incognoscible por tacharla de concesión para con la gente religiosa, no parece poder justificarse tal rechazo simplista. Cuando el positivista Frederic Harrison exhortó a Spencer a transformar la filosofía de lo Incognoscible en la religión comtista de la humanidad, Spencer no quiso escucharle. Es fácil burlarse de él porque escribe "loIncognoscible" con mayúscula, como si -según se ha dicho- esperara que alguien se descubriera ante ello. Pero parece haber estado realmente convencido de que el mundo de la ciencia es la manifestación de una realidad que trasciende el conocimiento humano. La doctrina de lo Incognoscible es probable que no satisfaga a mucha gente religiosa.

Pero éste es otro problema. En lo que a Spencer se refiere, parece haber creído sinceramente que la conciencia vaga de un Absoluto o Incondicionado era un elemento ineliminable del pensamiento humano y, por decirlo así, el centro de la religión, el elemento permanente que sobrevive a la sucesión de los distintos credos y sistemas metafísicos.


Lo Incognoscible en la religión y en la ciencia

No es preciso decir que en la filosofía de Spencer hay una buena medida de metafísica. En realidad, es difícil pensar en una filosofía que prescinda de ella. ¿No es el fenomenismo una forma de metafísica? y cuando Spencer dice, por ejemplo, que "por realidad entendemos la persistencia de la conciencia", puede decirse que ésta es una afirmación metafísica. Podríamos sin duda tratar de interpretarla como una simple definición o una afirmación sobre el uso ordinario del lenguaje. Pero cuando se dice que "la persistencia es nuestra última confirmación de lo real, sea existiendo bajo su forma desconocida o bajo una forma conocida por nosotros", es razonable calificar tal afirmación de metafísica.

Evidentemente, Spencer no puede ser definido como metafísico, si por tal se entiende al filósofo que se propone descubrir la naturaleza de la realidad última, porque en su opinión dicha realidad no puede descubrirse, y si bien es metafísico hasta el extremo de afirmar la existencia de lo Incognoscible, se dedica luego a elaborar una interpretación unificada y completa de lo cognoscible, es decir, de los fenómenos. Pero si nos gusta llamar a esta interpretación general metafísica descriptiva", somos -por supuesto- libres de hacerlo.

En el desarrollo de tal interpretación, Spencer se adhiere a la tradición empirista. Es cierto que desea reconciliar opiniones antagónicas. Pero cuando se esfuerza por demostrar que su propia filosofía puede reconocer una cierta verdad en las teorías no empíricas, su forma de proceder consiste en dar una explicación empírica de los datos en los cuales se basan las teorías. Como se ha indicado ya, no le importa admitir que existan las llamadas intuiciones morales. Porque un individuo puede sentir perfectamente una aprobación o desaprobación casi instintiva de ciertas acciones y puede "ver", intuitivamente y sin ningún proceso discursivo, que tales acciones son buenas o malas. Pero según la opinión de Spencer, las intuiciones morales en este sentido son "resultado de la acumulación de experiencias de 'utilidad', organizadas y heredadas gradualmente. Podría discutirse la existencia de cosas tales como las experiencias de utilidad heredadas. Pero en cualquier caso queda suficientemente claro que la forma en que Spencer demuestra la verdad del intuicionismo moral consiste en dar una explicación empirista de los datos empíricos a que se refiere tal teoría.

De igual modo, Spencer no duda en reconocer que hay algo que puede llamarse intuición del espacio, en el sentido de que en lo que al individuo se refiere es prácticamente una forma independiente de la experiencia. Pero esto en ningún modo significa que Spencer esté tratando de incorporar a su propia filosofía la doctrina kantiana del a priori. Lo que hace es afirmar que tal teoría se basa en un hecho real, pero que tal hecho puede explicarse a la luz de las "experiencias, organizadas y consolidadas, de todos los individuos anteriores que le dejaron a él (individuo posterior determinado) sus estructuras nerviosas poco desarrolladas".

Aunque de la preocupación de Spencer por reconciliar puntos de vista antagónicos no podemos deducir que eche por la borda al empirismo, sí podemos decir que es un empirista con una diferencia. Porque no sólo trata problemas individuales separadamente, como muchos empiristas lo pueden hacer. En su autobiografía él habla de su instinto arquitectónico, de su amor por la construcción de un sistema. Y de hecho su filosofía fue proyectada como un sistema: no sólo llegó a ser un sistema en el sentido de que las distintas líneas de investigación y reflexión fueron a converger en la formación de un cuadro completo. El principio general de interpretación de Spencer, la llamada ley de la evolución, se concibió en un primer momento y se usó luego como instrumento de unificación de las ciencias.

No puede decirse fácilmente que el instinto arquitectónico de Spencer, su propensión a la síntesis, fuera acompañado de una habilidad sobresaliente para el análisis esmerado o para el establecimiento exacto de su significado. Pero su poca salud y los obstáculos con que tuvo que enfrentarse en el cumplimiento de la misión que él mismo se impuso, no le dejaron tiempo o energía para mucho más de lo que de hecho podía llevar a cabo. Y aunque es probable que muchos lectores encuentren sus escritos exageradamente oscuros, su ambición e intento pertinaz de unificar nuestros conocimientos del mundo y del hombre, como también nuestra conciencia moral y nuestra vida social, a la luz de una idea que lo invadía todo, exige el tributo de nuestra admiración. Reincidió, por decido así, en la era victoriana; y como ya se ha indicado, con respecto a la influencia viva, no hay comparación entre Spencer y J. S. Mill. Pero aunque es probable que la filosofía de Spencer esté ya cubierta de polvo, merece algo mejor que la actitud desdeñosa adoptada por Nietzsche, quien la consideraba expresión típica de la mentalidad dócil y limitada de la clase media inglesa.




EL ORGANICISMO
El pensamiento de Spencer también alcanzo a los teóricos de esta escuela, pues el organicismo concibe a los fenómenos sociales como un todo orgánico. Aún más, se pronuncia por una equivalencia entre la sociedad y un organismo vivo. Así pues, la construcción de una teoría social sólo es posible sobre una base biológica.
Entre los autores organicistas más reconocidos se encuentran los alemanes Paul Lilienfeld (1829-1903) y Albert G. Schäffle (1831-1903), así como los franceses Alfred Fouillée (1838-1912) y René Worms (1869-1920).
Para los organicistas, los grupos sociales no son, metafóricamente, como un organismo biológico, sino que realmente son organismos de tipo animal, aunque de naturaleza superior: las carreteras y las construcciones conforman el esqueleto del cuerpo social; los productos mercantiles, las células; el intercambio comercial es la locomoción; la infraestructura tecnológica son los músculos; los medios informativos y de comunicación, el sistema nervioso, etc.

Obras de Spencer.




1850 Estática social.
1855 Principios de psicología.
1831 Educación moral, intelectual, física.
1862 Primeros principios.
1864-1867 Los principios de la biología.
1872 El estudio de la sociología.
1873-1881 Sociología descriptiva.
1879 Los principios de la ética.
1904 Autobiografía en dos volúmenes.


HERBERT SPENCER "TEORÍA ORGÁNICA"

HERBERT SPENCER "TEORÍA DEL EVOLUCIONISMO"
                                PUBLICADO POR: MYRIAM TINOCO GUZMÁN 

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